La autoinmunidad, dicho en pocas palabras, es un estado de hiperreactividad del sistema inmune intentando defenderse de algo desconocido, y en esa lucha ataca también a tejidos propios, donde dependiendo de la susceptibilidad individual puede tener manifestaciones en diversos órganos. Por eso, cualquiera que sea el diagnóstico, artritis reumatoide, lupus, esclerodermia, colitis ulcerativa, diabetes mellitus tipo I, tiroiditis de Hashimoto, etc. El común denominador es el mismo y para que se produzca la autoinmunidad se necesitan 3 factores:

 

1. Susceptibilidad genética: la herencia, aunque no lo es todo determina nuestro riesgo de tener una condición autoinmune.

 

1. Detonantes: Situaciones como el estrés, físico (exceso de deporte, cirugías, embarazo, infecciones, antibióticos, alimentación inadecuada, inflamación) o emocional (trabajo, relaciones, trastornos de sueño, trabajos con horarios irregulares y turnos de noche)

 

1. Permeabilidad intestinal: Este último factor determina la incapacidad de nuestro intestino para impedir que moléculas de gran tamaño entren al torrente sanguíneo y sean reconocidas como extrañas. (recuerda que el intestino contiene más del 70% del sistema inmune del organismo).

 

En el manejo de la autoinmunidad la remoción de alimentos es el pilar fundamental para calmar el sistema inmune y restaurar la barrera intestinal junto con algunos nutrientes como la vitamina D, la glutamina, zinc, vitamina A, omega 3, etc.